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Tener un gesto

Por Lucrecia Manso / @laranadespierta

 

Adoro las palabras, como se entrelazan y crean mundos posibles.

 

Mundos imaginamos y nombramos pero que se hacen posibles solo si los moldeamos. Mundos que nacen de un gesto, un movimiento. Así solo pueden hacerse presentes y habitables.

 

Poner el cuerpo. La pausa o el movimiento. Es requisito para que nazca esa realidad. Como las artesanías que surgen de la imaginación y el tratamiento del material. Como esa vasija que va emergiendo del proceso. Esa nueva pieza que ocupa un lugar. Se hace realidad.

 

Si no hay una acción sería solo un boceto, una idea sin concretar que nadie puede tomar y utilizar.

 

La palabra amor es tan maravillosa. Podemos repetirla hasta al cansancio pero ¿sentimos y nos entrelazamos en acciones amorosas? ¿Construimos vínculos de amor? ¿Habilitamos experiencias de cuidado, respeto, libertad?

 

¿En qué acciones emerge realmente el amor?

 

Decimos respetar, escuchar pero esas palabras por sí solas no nos hacen personas más amables, cuidadosas, receptivas, compasivas.
Las palabras edifican mundos sostenibles solo cuando danzan con nuestros gestos. Los ambientes y universos se vuelven confiables para convivir sólo si lo que decimos se articula con lo que hacemos. Si en el vínculo construimos un lugar para estar, convivir, crecer.

 

La rana en mi postura diaria me va enseñando a mejorar mis movimientos. Mi cuerpo expresa y cada acción es un gesto. El silencio me permite escuchar y decir sin palabras. Trabajar a diario para ser ese día más consciente de lo que digo y de lo que hago.

 

Habilitar con mis gestos el espacio para encontrarnos. Un lugar común.

 

Es ardua tarea lograr que las palabras no lo inunden todo. Es ardua tarea mirarnos y que en el gesto esté contenido el sentir, la acción. Sin más.

 

Si la distancia entre las palabras y los gestos es muy grande. Si hay palabras que se repiten automáticamente pero el gesto va en otro sentido, entonces la confianza se erosiona, quienes nos rodean sienten que ese mundo que compartimos es muy distinto y distante.

 

Tengo que tener el gesto. Si dije que voy a ir. Debo ir. Si prometí llamar. Llamo. Si voy a escuchar, hago silencio para que las palabras y gestos de la otra persona tengan un lugar.

 

No se trata de decir y nada más. Se trata de habitar el mundo con el cuerpo, con el corazón. Devolvernos la confianza es que lo pronunciado y prometido se haga realidad.