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No se trata igual a candidatas que candidatos: la política en clave feminista

En vísperas del 8 de marzo proponemos analizar los roles asignados a las mujeres políticas en los medios y el trato desigual con sus pares masculinos. La serie Borgen presenta cuestiones claves para la agenda del feminismo. De Brigitte Nyborg al diputado Ameri. 


Dra. Mónica Cohendoz (*)

 

Borgen (2010) es una serie  sobre las mujeres y la política que despertó un gran interés cuando Netflix la estrenó en septiembre de 2020 en nuestro país. Su protagonista Brigitte Nyborg es la Primera Ministra dinamarquesa, enfrenta esta tarea con heroica integridad a través de diferentes pruebas (armar un gabinete de coalición, atravesar una enfermedad, enfrentar la prensa amarilla, sostener una familia con niños pequeños, vencer la resistencia de sus pares masculinos, crisis de pareja).

 

Ella se transforma en una representante de la política en clave femenina en el siglo XXI en el que la construcción de una ciudadanía de género parece haber logrado un tratamiento mediático para dar visibilidad a los derechos logrados en el siglo anterior.

 

La serie presenta cuestiones claves para la agenda del feminismo: la posibilidad de vincular la vida pública con la privada, la posibilidad de que la razón y las emociones no se disocien, la coherencia entre las ideas políticas y las prácticas. Estas son las batallas más decisivas en la ficción para la candidata porque, aún en un país europeo, hacer política para una mujer implica poner en crisis un sistema de poder.

 

Cuando esta serie se estrenó en septiembre del 2020 en Argentina asistíamos a un espectáculo político: un legislador besando los pechos de una mujer en el zoom durante la sesión virtual de Diputados en pleno debate. 

 

Este caso argentino no es una ficción, sin embargo desencadenó en la opinión pública un debate donde se abordaron los mismos tópicos que en la serie dinamarquesa. El tratamiento fue en clave moral y no política: Ameri, el diputado, declarado “culpable” por su acción indecorosa.

 

Asistimos, según los medios, a un acto erótico y no político. Se lo presentó como un “escándalo”, los titulares refirieron al mismo:  “La reacción del oficialismo por el escándalo de Ameri: respaldo a la sanción y `vergüenza´ por el episodio” (La Nación, 25/9) ; “El exdiputado echado por un escándalo sexual habló tras  su renuncia” (Clarín, 25/9); “Renunció Juan Ameri, el protagonista del escandalete sexual en Diputados” (Página 12, 25/9). 

 

La conducta masculina de exhibir su deseo sexual sin pudor, sin tener que resignarse responde a normas de una sociedad patriarcal. En la serie, Brigitte no puede dejarse llevar por su deseo porque sabe que hace política con su deseo; por ejemplo cuando se pone en juego la salud de su hija (como madre no puede claudicar y como política debe ser coherente con sus propuestas).

 

Comparo ambas situaciones, la ficcional de la heroica Brigitte y la real del denostado Ameri. Sin embargo las batallas de ambos por legitimar su posición no son ni simbólicamente ni políticamente iguales: ella debe sortear el mundo del poder (con bastante éxito, según la serie) y él debe batallar con sus deseos  (sin éxito aparente). No obstante ambos están ante conflictos donde lo personal es político en tanto involucran las subjetividades en la escena social cuya visibilidad es heteronormativa.

 

Las mujeres políticas no reciben el mismo tratamiento que sus pares masculinos en los medios, este dato surge de los estudios de framing: primero destacan el hecho de ser “mujer” y luego candidata.

 

La teoría del framing nos ofrece un método para identificar  el encuadre de una noticia que provee de las pautas de interpretación (Entman, 1993; Goffman, 1974). En el caso de los líderes y candidatos políticos, los encuadres estructuran la forma en que las y los periodistas cubren a hombres y mujeres en la vida pública, funcionando como etiquetas alrededor de las noticias, por lo que los recursos adoptados por los medios pueden expresar “las expectativas sobre el rol de las mujeres en la vida pública”

 

Diversos estudios muestran que el género se ha convertido en una etiqueta relevante cuando se representa a las diferentes candidatas y líderes políticas. Uno de los encuadres utilizado de forma general es el  de ‘descubrimiento de liderazgo’ (el caso de Cristina Kichner o María Eugenia Vidal en Argentina o Hilary Clinton en EEUU ) o más conocido como el frame de ‘novedad’ o el de ‘primera mujer’. La mujer es vista como una novedad que, en muchos casos, será considerada como representante simbólica de las mujeres.

 

En 1977 la investigadora Rosabeth Moss Kanter de la Universidad de Harvard identificó cuatro “roles trampa” para las candidatas:

 

 –La seductora: una mujer a la que importan sobremanera sus atributos físicos, su belleza y su indumentaria.

 

 –La madre: mujer en la que se prioriza el segundo nivel de la ética del cuidado, su apego al hogar y la conciliación de la vida laboral y familiar.

 

 –La mascota: mujer como ser agradable y complaciente que se comporta como animadora de su pareja, de su jefe y de otros sujetos o grupos masculinos.

 

La doncella de hierro: mujer que encarna atributos contrarios a la interpretación clásica de feminidad, gobernando con mano firme y modos asertivos, evitando exteriorizar sus emociones.

 

Existen otras clasificaciones como la de Luciana Panke (2015) quien en su libro sobre candidatas en Latinoamérica analiza 8 horas de spots de 21 campañas electorales presidenciales de 10 países latinoamericanos, además en horas de entrevistas con mujeres políticas de 13 países y consultores de 12 nacionalidades que contribuyeron para los resultados presentados. Encontró tres tipologías de imágenes predominantes de mujeres candidatas en Latinoamérica:

 

La guerrera: inflexible, líder.

 

La madre: sensible, atenta. 

 

La profesional: trabajadora, subordinada.

 

Los estereotipos femeninos funcionan de modo reduccionista para hacer previsible el comportamiento social y dejan afuera a quienes no los respetan.

 

Estos encuadres dan a las mujeres una gran visibilidad en los medios, pero las deslegitiman en el ámbito político ya que cuando los y las periodistas utilizan estos encuadre, se aproximan a la noticia con la principal idea de que la candidata es una mujer, lo que provoca que existan más posibilidades de que éstos escriban sobre ideas que asocian con las mujeres (familia y maternidad suelen ser los tópicos más frecuentes).

 

Las consecuencias de este tipo de encuadre de género para representar a las mujeres políticas pueden ser diversas. Por ejemplo, encuadrar a las mujeres como excepción a la norma política puede animar al público a verlas como contendientes inusuales y, por lo tanto, menos viables, disminuir las oportunidades de que la ciudadanía las acepte como potenciales representantes políticas, e incluso no votarlas.

 

En nuestro país en el 2017 se aprobó una Ley de cupo femenino lo cual implicó que de los cargos electorales disponibles accedan las mujeres en 50 %.

 

El feminismo no es  moda, sino un debate político y nuestras representantes merecen un tratamiento como quienes son: candidatas que han librado una historia de batallas de invisibilidad y negación de derechos para llegar a donde están.  

 

(*) Directora del Observatorio de Medios, ciudadanía y democracia – NACT ECCO- UNICEN